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Cuestión de principios: ¿Qué tan creyente hay que ser para escribir música sacra?

Actualizado: 18 abr 2021

Requiem æternam dona nobis!

Et liberanos ex iniquitatem nostra!

Requies, ex odio nostro denique!

Requiem æternam dona nobis!

Amen!

Espero que el lector tenga la bondad de tomarse un par de minutos para enfrentarse a una especie de monólogo reflexivo y un poco anecdótico antes que a un artículo académico. Quiero lograr que, en medio de un vaivén de ideas, pueda generarse una visión del cenagoso terreno que comprende el buscar en la creación artística la forma de expresar y transmitir. Más cenagoso aún cuando se ha optado por abandonar la idea dominante de la existencia de las deidades y la obligatoriedad de alabarles por medio de las religiones.

El texto que precede estas líneas a manera de epígrafe corresponde a una corta canción de corte religioso para coro mixto escrita por su humilde servidor hace un par de décadas. El título es “Precatio pro pacem” (Oración por la paz). Simplemente dice:

“¡Danos el descanso eterno! ¡Y libéranos de nuestra maldad! ¡Descanso por fin de nuestro odio! ¡Danos el descanso eterno! ¡Así sea!”

Debo admitir que en el momento que la escribí, aún quedaba una llama de teísmo en mi mente y que cuando un muy gran amigo, excelente pianista y director de orquesta, luego del “estreno mundial” de aquel opúsculo (ante poco menos de 50 personas...), me preguntó: “¿Y a quién va dirigido el texto?” Luego de pensar unos segundos para evitar esa horrible palabra que comienza con “D”, sólo pude respirar profundo y contestar “¡A quien corresponda!”. Para contarles más, mis primeros intentos de escritura musical (bastante mediocres, que no han visto la luz y espero que nunca la vean) fueron sobre textos de la misa como el “Aleluya”. ¡Qué porquería de ateo tenemos!

Por supuesto, no puedo pretender ni por un segundo compararme con los grandes, pero al analizar y conocer la obra de los grandes maestros de la música occidental, podemos ver que, casi sin falta, escribieron música religiosa. Aun Berlioz, secular y librepensador, se dejó tentar por temas como el Réquiem o “La infancia de Cristo”. Brahms, conocido agnóstico, escribió el supremo y hermoso Réquiem Alemán. Y Rimsky Kórsakov, quien se proclamaba ateo, escribió la Gran Pascua Rusa. Y la lista sigue.

Ilustración 1: Pierre Petit, Héctor Berlioz. Tomado de: Gallica, https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b84543244

¿Qué los movió a ellos? Para hablar de Berlioz, en su época fue un incomprendido que encaraba la composición y la orquestación de forma visceral y grandilocuente, como corresponde a un “revolucionario” del romanticismo. Es conocido el origen de la “Grand messe des morts” (Réquiem): un encargo oficial nada desdeñable de 3.000 Francos de 1837 (un jurgo de euros de hoy en día) que, por cierto, casi no le pagan. Además, desde su juventud siempre acusó un gran interés por los textos litúrgicos de la misa de difuntos, que siempre encontró fascinantes y a los que llamaba “una presa codiciada”. Y es que, en ese entonces, como ahora, producir música de calidad era una competencia en la que había que tener sagacidad para sobrevivir, y Berlioz no podía darse el lujo de permitir que Cherubini, algo así como su “archinémesis” se quedara con toda la gloria de la conmemoración de los muertos de la revolución de 1830. A pesar de eso, la burocracia y el peso de Cherubini relegaron esta obra a ser estrenada no en la ocasión mencionada, sino meses más tarde.

En cuanto a su oratorio “La Infancia de Cristo”, es una especie de tributo del mismo Berlioz a su propia infancia en la que, según sus propias palabras, la religión católica impuesta por su madre (su padre era un médico, científico y humanista secular) había sido “la alegría de su vida”, y de ella guardaba “los recuerdos más tiernos”, principalmente de la inigualable música sacra que se ejecuta en los templos franceses, heredera de la tradición musical medieval y renacentista.

Ilustración 2: Portrait of Johannes Brahms (1833 - 1897). Tomado de Wikipedia, la Enciclopedia LIbre: https://es.wikipedia.org/wiki/Johannes_Brahms#/media/Archivo:JohannesBrahms.jpg

Brahms, por su parte, representa en la música clásica occidental el equilibrio entre la tradición y el progreso. Respetuoso de las formas musicales, de la orquestación y la armonía, su perfeccionismo le llevó a lograr nuevas sonoridades y acercamientos a temas cotidianos como la danza y la naturaleza, objetivos estos del romanticismo musical. Así, mientras que toda la demás obra vocal de Brahms se apega a los textos favoritos de los poetas y filósofos alemanes de su tiempo como Hölderin, Schiller o Goethe, su Réquiem es una búsqueda de consuelo en las palabras bíblicas. De hecho, no es una obra litúrgica y si no fuera porque incorpora textos de la Biblia, difícilmente podría llamarse sacra. Su escritura llevaba tiempo en la mente del maestro, pero comenzó en firme en 1866, año en que la muerte rondó al compositor arrebatándole a su madre y a su gran amigo y protector Robert Schumann, para estrenarse finalmente en 1868. A diferencia del proprio de la misa de difuntos en el que se basan casi todos los Réquiem, Brahms escoge siete textos de la biblia que no hacen referencia a la vida ultraterrena, al juicio o al castigo divino; por lo que se trata de su esfuerzo por encontrar el aliento para enfrentar el hecho más real e inevitable y revestirlo con algo de esperanza y optimismo.

Ilustración 3: Nikolái Rimsky Kórsakov. Tomado de Wikipedia, la encilopedia libre: https://es.wikipedia.org/wiki/Nikol%C3%A1i_Rimski-K%C3%B3rsakov#/media/Archivo:Rimsky-Korsakov_Serow_crop.png

De Rimsky Kórsakov, adalid del nacionalismo musical ruso y líder del famoso “Grupo de los Cinco”, como se conoce a los compositores rusos inspirados en el paneslavismo de finales del siglo XIX, su motivación iba más allá de celebrar la resurrección del nazareno. Sus intenciones tenían más bien arraigo en ese profundo nacionalismo: buscaban ante todo generar una obra en la que la grandiosidad de la celebración de la pascua en la iglesia ortodoxa rusa se conectara con esa antiquísima Rusia pagana de tribus indómitas que daba cada año la bienvenida a la muy esperada y anhelada primavera. De hecho, él mismo decía que la obra no se podría entender completamente si no se había asistido a una celebración pascual en una catedral ortodoxa, oficiada por muchos sacerdotes y llena de personas de todas las condiciones. Uno de sus más aventajados pupilos, el genial Stravinsky retomaría esta idea en una de sus obras más famosas, “La Consagración de la Primavera”.

Y así, puede seguir una lista de compositores ateos y agnósticos que abordan, por una razón o por otra, los temas sacros y litúrgicos. De todos modos, ¿acaso la belleza tiene carta de propiedad? Si un tema nos fascina o nos atrae como seres intelectuales, ¿debemos abandonarlo para mostrar la solidez de nuestros principios? Si así fuera, estaríamos privados, por ejemplo, de uno de los grandes hitos de la literatura fantástica, pues difícilmente es posible que el famoso J.R.R. Tolkien, católico hasta las mitocondrias, creyera que magos, elfos y enanos pueblan una “Tierra media” que está fuera de los confines de lo visible. Y a su vez, esto nos hubiera privado de la sinfonía “El señor de los anillos” del compositor contemporáneo Johan de Meij. Una pena.

Ilustración 4: Gandalf el Gris. Nidoart: De Nidoart - Trabajo propio http://nidoart.blogspot.fr/, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23756701

Quizás finalmente algún compositor logre escribir el oratorio “De la Evolución” que nos quedó debiendo Haydn, por ponerse a escribir sobre “la Creación”, para citar al insigne Dawkins en su discusión sobre “el argumento de la belleza” de los teístas. O que por fin alguien se atreva a hacer una ópera que se base en “Contacto” de Sagan en lugar de la leyenda de “Parsifal” y su búsqueda del supuesto Santo Grial, como hizo Wagner. Por fortuna para la libertad de expresión y pensamiento, los principales consumidores, gestores y patrocinadores de las artes ya no son las iglesias ni el Estado.

De mi parte, concluiré que no hace falta dar excusas, por supuesto. Las composiciones y producciones de un artista corresponden a sentimientos, contextos y momentos muy personales e internos que sólo él conoce (y que a veces ya ni recuerda). El joven Espejo de 22 años que jugaba a escribir aleluyas era un personaje muy diferente al adulto Espejo de 46 (y contando) que escribe hoy este monólogo. Ese tipo apenas si estaba abandonando las babosadas de la adolescencia, y como forma de incluirse en un grupo, ansia que ejemplifica muy bien esas babosadas, quiso poner su incipiente pluma al servicio de las palabras eclesiales, que para aquel entonces le soltaban uno que otro peso por tocar misas con un grupo de amigos (ultracatólicos ellos, pero queridísimos). Eso a pesar de que ya desde unos cuantos años antes, la gloriosa duda sobre la validez de tales ritos e ideas estaba sembrada y arraigándose en su mente.

¿Y qué decir entonces del un poco (pero no mucho) más maduro Espejo de 26 años que escribió la “Precatio”? Ya era conocido por sus gestos desdeñosos frente a las iglesias, los dioses y las oraciones. Pero sale con una canción de corte religioso. Y que termina con esa palabra que hoy en día le produce un agudo dolor de oído cuando la escucha. ¿En qué estaba pensando? Mejor: ¿en quién? “¡A quien corresponda!”, contestó en ese entonces, cuando aún estaba en el “grado 5 de certeza respecto de la existencia de un dios”, escribiéndole por si acaso. El adulto (pero no mucho, tampoco) de hoy revisa ese texto y esa partitura, y contesta a su gran amigo: “A la misma humanidad, pues es la única con la responsabilidad y el poder de liberarse a sí misma de su maldad y de su odio”.

 

Referencias

Barreiro Ortíz, C. (01 de 05 de 1994). GRACIAS MUSICALES DE UN ATEO. EL TIEMPO, pág. S.P.

Berlioz, L. H. (20 de 08 de 2008). Project Gutenberg. Obtenido de Mémoires de Hector Berlioz comprenant ses voyages en Italie, en Allemagne, en Russie et en Angleterre, 1803-1865: http://www.gutenberg.org/files/26370/26370-h/26370-h.htm

Dawkins, R. (2012). El espejismo de Dios. En R. Dawkins, El argumento de la belleza (págs. 110 - 112). Bogotá: Planeta Colombiana, S.A.

Dawkins, R. (2012). El espejismo de Dios. En R. Dawkins, La miseria del agnosticismo (págs. 70 - 78). Bogotá: Planeta Colombiana, S.A.

Espejo, M. A. (2006). Precatio pro pacem. In Silentium, 46 - 47.

Esquivias, Ó. (22 de 07 de 2016). Berlioz en el Kursaal. Obtenido de 20 minutos: https://www.20minutos.es/opiniones/oscar-esquivias-berlioz-en-el-kursaal-2802496/

Música en México. (30 de 03 de 2017). Música en México. Obtenido de La gran pascua rusa de Rimsky-Korsakov: https://musicaenmexico.com.mx/gran-pascua-rusa-rimsky-korsakov/

Planeta - DeAgostini. (1995). Johannes Brahms. En Clásicos inolvidables (págs. 155 - 204). Barcelona: Planeta - DeAgostini.

Planeta - DeAgostini. (1995). Luis Héctor Berlioz. En Clásicos Inolvidables (págs. 229 - 240). Barcelona: Planeta - DeAgostini.

Planeta - DeAgostini. (1995). Nikolai Rimsky Kórsakov. En Clásicos Inolvidables (págs. 144 - 156). Barcelona: Planeta - DeAgostini.

Stern, A. (01 de 01 de 1988). Program notes on Petrouchka and the Russian Easter Overture. Petrouchka pus Stravinsky's Fireworks, Scherzo Fantastique and Rimsky Korsakov's Russian Easter Overture. Chatsworth, California, EUA: DELOS.

Wikipedia Foundation, Inc. (24 de 10 de 2019). Wikipedia, la enciclopedia libre. Obtenido de Un réquiem alemán: https://es.wikipedia.org/wiki/Un_r%C3%A9quiem_alem%C3%A1n

 

Escrito por Manuel Adolfo Espejo Mojica. Ante todo, humano. Licenciado en Música (UPTC, Tunja), con especialización en Dirección de Orquesta (F.U. Juan N. Corpas, Bogotá) y Maestría en Historia del Arte (Atlantic International University).

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