La motivación de la sicóloga y la rectora del Gimnasio Campestre, de hacerle “matoneo” a Sergio Urrego ha quedado enterrada como tantos otros sucesos que involucran los relatos religiosos.
La orientación sexual sólo fue una disculpa, muy bien pensada, para deshacerse del joven. Además de esta, la razón de fondo era que Sergio era ateo y cuestionaba permanentemente las medidas y directrices del Gimnasio; era un racionalista muy incómodo para la orientación religiosa que siempre se impone de manera monolítica e incuestionable en este tipo de colegios.
Pues bien, acusar a Sergio ante la Fiscalía de abuso sexual a su compañero fue un acto de buena fe religiosa pero de una “mala leche” asquerosa.
Imagínese usted lo que pudo sentir este muchacho de 16 años ante semejante arbitrariedad, de una acusación por abuso sexual, no interpuesta por su amigo sino por los padres de este.
El golpe era certero, cualquiera sabe que la mayoría de los padres no soportan que sus hijos sean homosexuales por naturaleza, especialmente aquellos de una condición religiosa muy fuerte, y siempre, siempre prefieren creer que fue un “degenerado” el que los convirtió. Estrategia que se utilizó en este caso, violando los principios de intimidad y de libre expresión de la personalidad que garantiza tan claramente nuestra Constitución Nacional.
Hace dos semanas la sicóloga aceptó, en el juicio, haber realizado este matoneo a Sergio. No sé si el juez indagó sobre las motivaciones últimas que la llevaron a ello. Creo que no. Creo que como en la mayoría de los casos de este tipo, la investigación termina por culpabilizar al sujeto, pero no en indagar sobre sus motivaciones de fondo.
Las iglesias, como instituciones que generan separación, clasificación, temor y odio dentro de sus miembros y en las comunidades donde operan, han salido imberbes en estos juicios. Permanentemente agreden a sus feligreses y a la sociedad en general por la orientación sexual e identidad de género y no con poca frecuencia crean rupturas innecesarias entre padres e hijos, entre primos y hermanos y entre futuras parejas.
El permanente conflicto entre la fe y la razón va a terminar en favor de esta última, eso espero, como también espero que sea pronto, porque mientras tanto muchas personas van a salir tremendamente agredidas.
Si como bien lo dice John Lennon, en su canción Imagine, pudiéramos establecer que no hay cielo sobre nosotros ni infierno debajo, quizás podríamos responsabilizarnos de nosotros mismos y trabajar más en el conocimiento humano y biológico logrando un mundo para todos y arrebatárselo a seres ficticios que nuestra imaginación y deseo de justicia han creado.
Escrito por Carlos Rivera. Soy publicista de la Universidad Central en Bogotá, gerente de CHR Divulgar, empresa dedicada al monitoreo de medios de comunicación y estudios de imagen corporativa, mi empresa acaba de cumplir 30 años de establecida en Colombia. Soy activista de la comunidad LGBTI desde el día que el honorable Senador Gerlein nos insultara por nuestra condición sexual. Toda mi vida he sido ateo y mi meta, en los últimos años de mi vida es convencer a nuestra comunidad LGBTI que es el relato religioso el último obstáculo que la cultura ha edificado para considerarnos iguales.
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