Laicidad traicionada: El eco de una promesa rota
- Asociación de Ateos de Bogotá
- 28 abr
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Gustavo Petro y María Fernanda Cabal: polos opuestos en materia de laicidad en 2020, hoy se tocan como extremos de un círculo ideológico que repudiamos.
En la Asociación de Ateos de Bogotá, hemos consagrado nuestra labor a la defensa de la laicidad, un principio constitucional de 1991 que exige la neutralidad del Estado frente a cualquier creencia religiosa, y que ha sido ampliamente desglosado por la Honorable Corte Constitucional durante más de 30 años de jurisprudencia.
En febrero de 2020, cuando el mundo aún no imaginaba la magnitud de la pandemia que se avecinaba, un caso en Villavicencio, Meta, irrumpió en el debate público y puso en evidencia las grietas de este ideal. Sergio Andrés Ramírez, un patrullero de la Policía Nacional, fue sancionado por negarse a recitar el himno y el código de ética de la institución debido a sus invocaciones explícitas a Dios. Este incidente, que apoyamos mediante una exitosa acción de tutela, no solo expuso la resistencia institucional a la laicidad, sino que desencadenó un torbellino de reacciones que hoy, en abril de 2025, nos obligan a confrontar una paradoja dolorosa: la traición de Gustavo Petro a los principios que alguna vez defendió, en un eco inquietante de las posturas que, como las de María Fernanda Cabal, subordinan la neutralidad estatal a agendas particulares.
El caso de Ramírez, que sacamos a la luz en febrero de 2020, no se originó en un cuestionamiento directo al lema de la Policía Nacional, “Dios y Patria”, como algunos medios sugirieron —aunque nunca hemos ocultado el rechazo a ese lema—. Fue su negativa a recitar menciones a Dios dentro de actos protocolarios, —específicamente el himno y el código de ética—, lo que le valió una amonestación en su folio de vida, un acto de coherencia con su ateísmo que nuestra asociación defendió con firmeza. Sin embargo, el debate tomó un giro inesperado cuando, en una entrevista con La FM Radio, nuestro representante Diego Vargas expresó apoyo a la idea de cambiar el lema “Dios y Patria” por considerarlo contrario a la laicidad estatal. Este comentario, transformado en titulares por La FM y RCN Radio, fue interpretado como una intención de nuestra asociación de impulsar un cambio en el lema tras el triunfo de la tutela. El malentendido amplificó la controversia, dando pie a una reacción virulenta de la senadora María Fernanda Cabal, del Centro Democrático.

En un mensaje publicado en X en febrero de 2020, Cabal escribió: “Ahora sólo falta que el lema sea ‘Patria, socialismo o muerte’. No más imposiciones de minorías por encima de las reglas de las mayorías que son creyentes. Nuestra nación es de tradición judeocristiana. Estamos hartos que por vía legal nos impongan ‘deseos’. #DiosYPatria”. Su retórica, cargada de alarmismo, no solo caricaturizó nuestra defensa de la laicidad como una agenda “comunista”, sino que desestimó el mandato constitucional de neutralidad religiosa como una mera excentricidad. Para nosotros, sus palabras fueron un recordatorio de cuánto falta por avanzar en un país donde la tradición religiosa a menudo eclipsa los derechos fundamentales, consagrados en los artículos 18 y 19 de la Constitución, que garantizan la libertad de culto y conciencia para todos, no solo para la mayoría creyente.
En marcado contraste, Gustavo Petro, entonces senador de la Lista de la Decencia y presidenciable, ofreció una respuesta que nos llenó de esperanza. En una publicación en X, afirmó: “El Estado en Colombia es laico, establece una separación con las creencias religiosas y las respeta a todas, les da la libertad de cultos a las personas. Pero el Estado, y la Policía dentro de él, es laico”. Sus palabras, un eco directo de los principios constitucionales, resonaron como un compromiso con la igualdad y la pluralidad. Para nuestra asociación, Petro representaba en aquel instante la posibilidad de un liderazgo que entendiera la laicidad como la base de una democracia inclusiva, capaz de contrarrestar discursos como el de Cabal, que confunden identidad nacional con hegemonía religiosa.
La paradoja de 2025
Avanzamos a abril de 2025, y la claridad de aquel Petro se ha desvanecido en una contradicción que nos resulta profundamente desconcertante. Como presidente de Colombia, ha anunciado planes para distribuir la encíclica “Laudato Si’” del fallecido papa Francisco en escuelas públicas y al público general, una iniciativa que, según reportes, podría financiarse con recursos estatales.
Desde la Asociación de Ateos de Bogotá, contemplamos esta decisión con alarma y decepción. “Laudato Si’”, aunque aborda temas universales como la justicia social y el cuidado ambiental, es un documento confesional, emanado de una autoridad religiosa. Su promoción por parte del Estado constituye una violación directa del principio de neutralidad religiosa, un acto que no solo contradice la defensa de la laicidad que Petro proclamó en 2020, sino que lo alinea, en una ironía perturbadora, con el espíritu de quienes, como Cabal, priorizan la tradición religiosa sobre la laicidad.
David Mariño, director ejecutivo de la Asociación de Ateos de Bogotá, expresó su preocupación por la intención del gobierno de distribuir la encíclica “Laudato Si’” del papa Francisco con recursos estatales. Aunque reconoció que la encíclica aborda temas universales como la mitigación del cambio climático, que podrían alinearse con las políticas gubernamentales, enfatizó que refleja una perspectiva religiosa específica de la Iglesia católica. Mariño argumentó que el Estado debe implementar una estrategia educativa que promueva la comprensión y acción individual y colectiva frente al cambio climático, sin imponer una visión religiosa particular. Sugirió que la encíclica podría utilizarse para mostrar a los estudiantes católicos cómo las acciones climáticas se alinean con su propia visión religiosa, siempre que no se imponga como política estatal. Advirtió que promover una visión religiosa específica a través de políticas gubernamentales violaría el principio de laicidad del Estado, un hecho indiscutible.
La analogía entre Cabal y Petro, que en 2020 parecían encarnar visiones opuestas, se ha vuelto inquietante. Cabal defendía la imposición de símbolos religiosos como un pilar de la identidad nacional, desestimando la laicidad como una imposición de minorías —y lo ha seguido haciendo de manera consistente, como en 2022, cuando señaló como ‘persecución del progresismo marxista intolerable’ las voces que apoyaban que una capilla católica en el aeropuerto fuera un espacio de reflexión neutral—. Petro, por su parte, abogaba por un Estado que respetara todas las creencias sin privilegiar ninguna. Hoy, sin embargo, el presidente parece haber olvidado su propio discurso. La promoción de un texto católico con fondos públicos no dista tanto del enfoque de Cabal: ambos, aunque con motivaciones distintas —la preservación de una tradición en un caso, la búsqueda de réditos políticos en el otro—, sacrifican la laicidad en favor de agendas particulares. Esta convergencia, aunque inesperada, nos recuerda que la neutralidad estatal es un ideal frágil, vulnerable a las conveniencias de quienes ostentan el poder, sin importar su bandera ideológica.
¿Es esta decisión de Petro un reflejo de un cambio en sus convicciones, o una maniobra para captar el apoyo de un electorado católico en un momento de desgaste político? Como defensores de la laicidad, nuestro interés no radica en especular sobre intenciones, sino en señalar la incoherencia. La historia de Colombia está plagada de ejemplos de recursos públicos utilizados para actividades religiosas, desde misas oficiales hasta monumentos confesionales, —como documentamos en nuestro informe de 2010-2017 sobre el estado de la laicidad—. Que un gobierno que alguna vez se presentó como progresista perpetúe esta práctica es un retroceso que no podemos aceptar. La laicidad no es un principio negociable; es la base de una democracia que respeta la diversidad sin imponer dogmas.
Un llamado a la vigilancia
El caso del policía ateo de Villavicencio, que salió a la luz en febrero de 2020, y el revuelo en torno al lema “Dios y Patria” —que esperamos que algún día sea sustituido— nos dejaron una lección perdurable: la laicidad no se sostiene por inercia; requiere vigilancia y acción constante. En la Asociación de Ateos de Bogotá, reafirmamos nuestro compromiso de proteger este principio fundamental. A la senadora María Fernanda Cabal y a quienes comparten su visión, les recordamos que la identidad de Colombia no se reduce a una sola fe, sino que se enriquece con su pluralidad, protegida por un Estado neutral. Al presidente Petro, le exigimos coherencia: si en 2020 defendió la laicidad como un pilar de la democracia, hoy debe garantizar que iniciativas como la distribución de “Laudato Si’” no comprometan ese legado. Si esta distribución se financia privadamente, no representa un problema para la laicidad, independientemente de su carácter cultural o religioso; pero cualquier uso de fondos públicos sería una afrenta a la neutralidad estatal que él mismo defendió.
La laicidad no es un lujo, sino una necesidad imperiosa. Es la garantía de que ningún ciudadano —ateo, católico, musulmán o de cualquier otra creencia— sea marginado por un Estado que debe servir a todos por igual. Desde nuestra asociación, seguiremos alzando la voz, no contra el derecho de las personas a profesar una religión, sino a favor de un país donde la libertad de conciencia sea una realidad tangible. La incoherencia de Petro nos duele, pero también nos fortalece. Nos recuerda que la lucha por la laicidad no depende de líderes carismáticos, sino de ciudadanos comprometidos que, como nosotros, están dispuestos a defender un ideal que trasciende ideologías y coyunturas. La laicidad no es solo un mandato constitucional; es una promesa de igualdad que no permitiremos que se olvide.
Para ampliación de información:
David Mariño Segura, director ejecutivo +57 3213846578
ASOCIACIÓN DE ATEOS DE BOGOTÁ
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