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El Día Del Juicio Anti 5G

Actualizado: 28 dic 2022

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por Victoria Mejia Chantré




El distinguido director James Cameron logró personificar el pánico esquizoide en el largometraje “Terminator 2: El juicio Final” a través de la protagonista Sarah Connor quien en la escena del hospital psiquiátrico le grita al Doctor Silberman: “¡Él, tú! ¡Ya están muertos! ¡Todo este lugar desaparecerá! ¡Ustedes son los que viven en un jodido sueño, porque yo sé que ocurrirá! ¡Ocurrirá!”. Lo que no se imaginaría Cameron es que casi 30 años después del estreno de esta película este discurso saltaría de la ciencia ficción a la realidad, no por el temor a la inteligencia artificial y a los androides como lo plantea la saga de Terminator, sino por la incursión de la nueva tecnología de telecomunicaciones de quinta generación o 5G.


Si hay algo peor que la proliferación del nuevo coronavirus o covid19, es la proliferación de la desinformación promulgada por las tribus cibernéticas anti 5G, quienes entre fundamentos pseudo-científicos y fantasías sostienen que las ondas electromagnéticas (OEM) de la tecnología 5G son la causa de la pandemia actual del covid19. A diferencia de otros grupos virtuales conspiranoicos, los anti 5G recopilan la mayor cantidad de disparates y cuentan con la peculiaridad de adaptar muchos mitos y teorías absurdas ya existentes, así como también la habilidad de apropiarse descaradamente de conceptos científicos mal usados para difundirse (tal como lo hace un virus al secuestrar una célula para replicarse) y justificar su causa de lucha que, bajo esta manera de operar, en lugar de verse como los héroes pro humanidad que tanto ostentan terminan viéndose como unos perfectos idiotas.


Justo cuando uno cree que no hay nada más tonto que aquellos mitos sobre la prevención del covid19 por medio de oraciones, “cualidades espirituales”, piedras “energéticas” o preparaciones caseras, aparecen unas divertidas teorías sacadas de la ignorancia más profunda donde explican la transmisión del virus a través del funcionamiento de las antenas que operan con 5G, como si estas fueran rociadores infecciosos de alto alcance, aunque hay otras personas que graciosamente aceptan posible que el virus se transforma en ondas electromagnéticas explicando así la transmisión mediante antenas. La realidad es que el covid 19 se transmite entre personas a través de partículas de saliva infectada y definitivamente la propagación a través de ondas electromagnéticas solo es posible para los virus informáticos.


Una teoría alternativa pero no menos estúpida que las anteriores, asegura que el covid19 fue introducido a las personas a través de las vacunas haciéndolas por ende susceptibles a enfermar porque la exposición a OEM 5G activan el virus. Este imaginario calza perfectamente con la visión confusa de los grupos anti vacunas quienes se han vinculado a este despropósito anti 5G.


El reciclaje de falsas teorías en desuso también forma parte de las estrategias del activismo anti 5G para propagar la mentira entre los incautos y ganar más adeptos aprovechándose del miedo colectivo en la actual crisis sanitaria. En primer lugar está el concepto de “electrificación de la tierra” propuesto por el autor y activista anti electromagnetismo Arthur Firstenberg quien en su libro titulado El arcoíris invisible (2017) relacionó forzosamente la introducción de tecnología electromagnética en la historia reciente con la posterior aparición de epidemias meses después, presentando inconsistencias tales como la aparición de la gripe española de 1918 dos años antes del funcionamiento de las primeras estaciones de radio comercial en 1920 y la supuesta radiactividad emitida por unos satélites de telecomunicaciones que afectaron presuntamente la magnetosfera de los cinturones de Van Allen provocando la aparición de la gripe de Hong Kong en 1968. Asimismo se asocia arbitrariamente la tecnología 3G con el SARS en 2003 y el 4G con el H1N1 en 2009, esto le dio impulso al dizque Doctor Tomas Cowan, la eminencia de los anti 5G, para afirmar en un video desinformativo, ya eliminado por Youtube, que Wuhan fue la ciudad donde inició el brote del covid19 por ser la primera en ser cubierta por la tecnología 5G, pero ciudades en Corea del Sur, Estados Unidos y Europa ya tenían esta cobertura varios meses antes que Wuhan. Si los contagios por covid19 dependieran de la exposición a esta red entonces muchos países de Latinoamérica y Asia que carecen de estas antenas no estarían azotados por la pandemia como ocurre actualmente. Dos eventos en un mismo lugar no implica siempre que uno causó al otro, una lógica dominante para darse cuenta de que es una tontería creer en la relación causa-efecto de las ondas 5G con el covid19 o con la tan mencionada muerte de aves en la Haya (Holanda) en 2018.


Otra teoría que fue recientemente desenterrada del olvido es parte de la extinta antroposofía de Rudolf Steiner (1861-1925) que cayó como anillo al dedo de los anti 5G para justificar la burda explicación de que los síntomas del covid19 que conocemos hoy son causados por una intoxicación proveniente de las señales 5G que a su vez provocan la expulsión celular de exosomas como mecanismo de desintoxicación negando así la existencia del covid19 y sugiriendo que todos los investigadores y médicos del mundo se han puesto en complot para hacer pasar a los exosomas como virus ¿en serio esperan que creamos que la medicina es lo suficientemente torpe como para confundir un agente patógeno (virus) con un exosoma y que los esfuerzos por aislar e investigar el virus solo son fachadas? ¡No seamos tan estúpidos!. Además, para desmentir el efecto de toxicidad de las OEM 5G, el profesor español Dr. Luis A. Perez del área de oncología y radioterapia explica en el portal saludsinbulos.com que si existiera realmente una intoxicación daría lugar a síndromes diversos debido a la falta de selectividad del supuesto efecto de la radiación electromagnética en nuestro cuerpo, sin embargo el cuadro clínico de los pacientes sintomáticos de todo el mundo presenta únicamente problemas respiratorios, salvo los que presentan estados críticos por complicaciones adicionales de enfermedades preexistentes.


Erróneamente se defiende bastante la farsa de que las OEM 5G alteran la absorción de oxigeno en la hemoglobina ocasionando una “asfixia” que intencionalmente es disfrazada por los médicos como una neumonía, pero de ser así los respiradores no servirían para nada suministrando cantidades extra de oxigeno que al final nunca sería absorbido por la sangre, con esta teoría se estaría insinuando entonces que las instituciones invierten grandes cantidades de dinero en respiradores de alta tecnología solo para que los médicos jueguen a inflar los pulmones de unos cadáveres. El profesor Luis A. Pérez explica que los pacientes con neumonía secundaria a Covid19 no pueden hacer llegar suficiente cantidad de oxigeno a los capilares sanguíneos de los pulmones por lo que se hace necesario el uso del respirador. Señala que “Ni el oxigeno ni la hemoglobina se altera por la radiación electromagnética”.


Lo que sostiene a la mayoría de teorías anteriores es la falsa noción general de que la radiación electromagnética 5G reduce la capacidad del sistema inmune en los humanos haciéndolos más susceptibles al covid19. A diferencia de la radiación ultravioleta y otras de mayor frecuencia (rayos X, alfa, gamma, etc), la radiación de la tecnología 5G, junto con las ondas de radio y de la luz visible, son de baja frecuencia y no ionizantes, es decir, no altera la estructura molecular del cuerpo y no hay evidencia consistente sobre daños en la salud. El ingeniero de telecomunicaciones Rafael Pous @Pous, profesor de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, explicó en un trino de Twiter que la radiación según su frecuencia nos afecta tal como el hielo sobre nuestra cabeza según su tamaño (en diminutos copos de nieve o en forma de un bloque gigante), de esta manera la radiación de baja frecuencia nos llega en forma de muchos fotones inofensivos de baja energía.



La Organización Mundial para la Salud (OMS) es bastante sensata en concluir que hasta el momento los estudios señalan que no existen pruebas consistentes de que la exposición a OEM de baja frecuencia produzca efectos adversos para la salud humana, coincidiendo con la posición de La Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante (ICNIRP) y la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), cabe resaltar que dichos estudios, que suman más de 25 mil en los últimos 30 años, tienen una mayor amplitud de conocimientos e investigación que la de la mayoría de productos químicos disponibles en el mercado. Esta conclusión tiene muchas implicaciones que no tienen en consideración las ONG y grupos científicos independientes que defienden la teoría de los efectos dañinos de las OEM, en primer lugar se debe entender que la ciencia no es un hecho sino un método que puede arrojar diversos resultados según avancen las investigaciones, las cuales se toman en conjunto para ver su consistencia de acuerdo a cómo se controvierten los estud­­ios entre sí, pero de no existir una coherencia generalizada se concluye entonces la ausencia de pruebas consistentes. Por otra parte, para que un efecto en la salud sea considerado causa de las OEM, además ­­de comprobarse en estudios in vitro (células) y en animales (no limitándose a una simple correlación positiva como algunos creen) se debe verificar con estudios epidemiológicos (en humanos) experimentales o prospectivos y finalmente pasar por una serie de criterios entre los que está la revisión de pares y el grado de coherencia mencionado, a esto se le llama pasar por el rigor científico.


Incluso si los estudios epidemiológicos cumplen todas estas exigencias no dejan de poseer limitantes como la dificultad de detectar causas, efectos y riesgos pequeños que sin saberlo pueden existir como factores y consecuencias imperceptibles.


Con esta disertación que hago para desmentir la absurda causa de los grupos anti 5G, no insto tampoco a la complacencia de asumir que todas las disposiciones institucionales basadas en el compilado científico sean siempre verdaderas, seguramente si nos hubiéramos atenido a creer que si algo está en el mercado porque es fiable de consumo, al menos en Colombia, no habríamos suspendido el uso del glifosato ni habríamos logrado la prohibición del Asbesto (cuyos efectos negativos para la salud son grandes), es cuestión de darse cuenta que si la OMS apela por el momento a la ausencia de pruebas de efectos perjudiciales para que confiemos en que nada malo nos pasará, no implica que se haya demostrado que dichos efectos perjudiciales no existan (por el problema de imperceptibilidad desconocida), no obstante, es ingenuo pretender tener la razón de la existencia de efectos perjudiciales solo porque no se ha demostrado su inexistencia (falacia ad ignoratiam) o exigirle a la comunidad científica que demuestre su inexistencia (prueba diabólica o inquisitorial). Lo que sí está muy claro es que tenemos la vía libre para refutar la seguridad de las OEM en la salud, claro está, por el camino de la honestidad intelectual y siguiendo los requisitos de la rigurosidad científica, pero no a través de estudios inconsistentes ni mucho menos a través de teorías conspiranoicas, supersticiones y especulaciones que son las armas principales de los patéticos grupos cibernéticos anti 5G. Mi llamado es, como siempre, a confiar en el estricto proceso al que se someten las investigaciones científicas para su validación y a desarrollar destrezas para distinguir la información basura de la oficial, porque como dijo Pablo Medina, director del portal colombiacheck.com, en una entrevista con la Radio Nacional de Colombia: “quienes no han tenido acceso a educación digital son más propensos a compartir desinformación”. Ayudar a difundir bulos lo único que logra es incrementar la ignorancia, el pánico, la muerte y el vandalismo contra las redes de telecomunicaciones acarreando un problema mayor al que ya estamos enfrentando con el Covid19,

 

Victoria Mejia Chantré

 

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