El sacerdote de la iglesia católica que tiene por cargo el arzobispado de la ciudad de Medellín se lanzó contra la izquierda democrática colombiana que participa en las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2022.
Ricardo Tobón Restrepo, señalado por varias víctimas de abusos sexuales a menores de edad como encubridor de sus victimarios, está haciendo circular por WhatsApp un audio anónimo de 8 minutos con lo que él autodenominó: “Carta abierta, aquí no pasa nada”.
Ni al principio, ni al final, el ladino sacerdote, representante de la iglesia católica, dice su nombre o se identifica, simplemente se esconde bajo el seudónimo: “persona a la que le duele su patria”. Sí, al mejor estilo de cualquier jefe guerrillero o paramilitar, sin su nombre de “pila”.
La carta está llena de lugares comunes, generalizaciones y falacias de toda índole. Sus afirmaciones carecen de la más mínima argumentación seria y sustentada, como si de un sermón de domingo se tratara, dirigido a feligreses de avanzada edad que no han alcanzado un segundo grado de escolaridad. Se le olvidó al presunto encubridor de violadores de niños que sus palabras también iban a ser escuchadas por personas que tienen otros grados de formación académica e intelectual y que no van a caer tan fácil en sus artimañas, pobremente elaboradas.
Inicia el sacerdote, representante de la iglesia católica, en un acto de vil sarcasmo celestial, mencionando los abusos a menores y, eso sí, reglón seguido, afirma que, en ese caso, en Colombia no pasa nada. “…en Colombia, a pesar de ocurrir cosas verdaderamente lamentables, corrupción, homicidios, abuso de menores, etcétera, nunca pasa nada”. Aquí sí le damos la razón. Suponemos que se refiere a las acusaciones que lo señalan de realizar un sinnúmero de maromas eclesiásticas en su arzobispado y desde la Conferencia Episcopal Colombiana para encubrir a quienes fueron señalados y acusados de abusos sexuales, como en este caso investigado por Juan Pablo Barrientos, durante su labor periodística en la emisora WRadio Arzobispo de Medellín encubrió y protegió a sacerdotes pederastas de su ciudad.
En estos casos, alias “persona a la que le duele su patria”, trasladó al sacerdote Roberto Antonio Cadavid, uno de los responsables de esos abusos, a la arquidiócesis de Nueva York, bien lejitos de estas, según él, tierras inundadas de criminales izquierdistas. Cuando fue consultado por el asunto, este hijo de Eris negó saber que el sacerdote estaba trabajando en Nueva York. Pero su colega, el sacerdote Anthony DiMarzio, de la parroquia de Brooklin, lo denunció ante el Vaticano y mostró las cartas con las que Ricardo Tobón había autorizado su traslado y con las que lo había recomendado para trabajar en esa diócesis estadounidense (como lo dice este artículo del portal Vorágine: Corte suprema confirma sanción contra arzobispo de Medellín por desacatar sentencia), lejos de las garras de la izquierdista justicia colombiana, según él.
Continúa el pseudologo con su diatriba arengando: “…es mejor aceptar el hecho cierto del avance de la izquierda en el mundo entero y en Colombia en particular, y a partir de la aceptación, idearnos los mecanismos para combatirla…” ¿A qué se referirá “su eminencia” con esta última expresión? ¿Será entonces el cura Tobón el nuevo Uribe, que fomente nuevamente grupos paramilitares y milicias para acabar con los demócratas de izquierda? ¿No se supone, señor Jorge Bergoglio, que sus esbirros están para fomentar la paz y no para idearse formas de “combatir” a quienes piensen distinto? Precisamente muy pacifista no suena el cura de alto sombrero en punta. Desde esta columna, hacemos responsable al sacerdote Ricardo Tobón de lo que le pueda pasar a los líderes de la izquierda de ahora en adelante.
Tras varios desacatos a las autoridades judiciales colombianas (como lo dice el artículo de Vorágine antes reseñado) el vicepresidente de la conferencia episcopal colombiana la emprende ahora contra el poder judicial en Colombia: “Lo que estamos viviendo en Colombia es caótico, es el reino de la ilegalidad, es una pseudolegalidad del sistema, donde todo se puede comprar, empezando por la conciencia y la justicia…” Sin embargo, este sacerdote es el primero que viola las leyes, supuestamente encubriendo a violadores de niños y desacatando las órdenes de los juzgados y las cortes para que brinde información sobre cosas tan sencillas, como los datos de personas registradas en los libros arquidiocesanos de bautizo hace 400 años, cuando era la única manera de llevar el registro de los nacimientos.
A pesar de que es un ciudadano portugués quien lo solicita, para poder así pedir la ciudadanía española, el sacerdote, quien se cree por encima de la ley, tal vez por el exceso de aspiración de incienso, se negó en repetidas ocasiones a suministrar los datos. ¿De qué orden y leyes e imperio de la ley nos habla el cura en esta diatriba? Solo podemos deducir que la ley eclesiástica y, tal vez, la ley de la inquisición. Se le olvida al curita de marras que el imperio de la ley eclesiástica sobre la civil se acabó en París, en 1789, cuando rodaron y rodaron cabezas de sacerdotes que se oponían al gobierno del pueblo. ¿Habrá que recordárselo?
Seguidamente, hace esta temeraria afirmación: “… la JEP, brazo judicial de la izquierda…”Con ella, este artífice de la mentira ignora que incluso el Vaticano estuvo invitado a sugerir magistrados para conformar la JEP y que, durante todo el proceso, sus superiores jerárquicos, tanto el papa, como la conferencia episcopal, apoyaron el proceso y sus resultados. Como se puede leer en este artículo: El impulso del papa Francisco a la consolidación de la paz en Colombia ¿Será entonces que al curita venido a más no le gusta sino una sola ley, la que surja de sus santas, católicas y antioqueñas sienes? Es decir, en materia de leyes, ordenamiento jurídico y obediencia, Tobón, se comporta como todo un Maduro: solo su palabra basta y sobra.
Sobre la llegada de la izquierda al poder ejecutivo y legislativo, afirma el sacerdote católico entre silbidos de su marcado acento antioqueño: “…nos vamos a ver expuestos a perder los derechos que teníamos, a perder el libre pensar, vamos a tener que hacer filas para conseguir lo indispensable, no para vivir, sino para sobrevivir, a tener que ver impasibles cómo se roban la riqueza del país, en beneficio de unos pocos…”. Cuando escuchamos estas palabras, no podemos sino pensar: ¿en qué país viven estos curas, de verdad? Colombia es el tercer país más desigual del planeta, es decir, muy pocas personas tienen unas grandes riquezas, mientras la inmensa mayoría pasa hambre y penurias. Los pobres deben hacer largas filas para recibir dineros que apenas alcanzan para sobrevivir de sus pensiones y subsidios gubernamentales, para recibir atención en salud, para recibir atención social. Y, como si fuera poco, precisamente, por responsabilidad de personajes que piensan como el sacerdote católico Tobón, han sido asesinadas más de 1.000 personas desde la firma de los acuerdos de paz, exactamente por lo que él afirma: porque no hay libre pensar, porque se atrevieron a pensar distinto.
Sin embargo, llama mucho la atención que el sacerdote, quien se supone debe propender por defender la vida de todos y todas las colombianas, no le dedique ni una sola palabra, así sea con silbido final, al asesinato sistemático de estos compatriotas, todos ellos inermes y en su gran mayoría, dedicados a ejercer la labor social que ni la iglesia católica, ni el Estado colombiano han querido ejercer en los apartados territorios de Colombia, antes en manos de las guerrillas y los paramilitares.
En un acto de inmensa humildad cristiana y sacerdotal, el cura Tobón hace la siguiente afirmación: “…la gente buena de Colombia, que por fortuna somos mayoría tenemos que adquirir conciencia ya, de la fuerza destructora de la izquierda…” Desde aquí queremos saber dónde entregan esos diplomas de “gente buena” en Colombia, porque nos gustaría adquirir uno. Pero suena más irónica esa afirmación cuando en una rápida búsqueda de Google, encuentra uno decenas de artículos que señalan a este autoproclamado nuevo Temis, como un delincuente vulgar, encubridor de sacerdotes y curas violadores de niños:
Dentro de los casos encubiertos por el cura Tobón, incluye a un sacerdote que fue condenado por la Corte Suprema de Justicia y, bajo la venia de este adalid de la justicia, sigue ejerciendo el sacerdocio y, seguro, la pederastia. Por esta actitud, el sacerdote Tobón ha sido señalado por algunos periodistas de ejercer una labor mafiosa, para proteger a sus socios. Sí, quien promete salvarnos de la debacle de la izquierda, actúa como todo un mafioso. Ese es quien nos va a salvar.
Pero como si fuera poco, quien es acusado de tales atrocidades, no teme arriesgarse con acciones que podrían ser consideradas como delictivas, a plena luz de las redes sociales. Ya como colofón y quizás ensoberbecido por la lectura de sus palabras previas, como todo un comandante paramilitar colombiano, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, Monseñor Arzobispo de Medellín, Ricardo Tobón Restrepo, alias “Persona a la que le duele su patria”, nacido en Ituango, Antioquia, el 8 de mayo de 1951 hace un llamamiento al levantamiento “de la gente de bien” contra la izquierda colombiana con estas palabras: “Y por último, conformar grupos de personas que se comprometan con decisión y amor por Colombia, a combatir la tenebrosa izquierda”.
Sí, nada más y nada menos. Precisamente, si en Colombia existiera la justicia, el orden y el imperio de la ley, este hombre debería ser, por lo menos, judicializado para que explique a fondo sus palabras, ya que estas, abiertamente, invitan a la conformación de grupos que combatan a la izquierda democrática colombiana. En su discurso, si supiera este inquisidor trasnochado algo de democracia, podría haber utilizado términos como: conformar grupos democráticos que contradigan, que desmonten el discurso, que interpelen, que aboguen por otras vías, que develen los planes, que desmientan, etc, a la tenebrosa izquierda.
Pero no. El pacífico diletante de la democracia usa la palabra COMBATIR, para indicar a sus santas huestes el camino a seguir. Sí, usa la palabra combatir en un país donde ha habido más de 200.000 muertes durante el conflicto armado y más de 9 millones de desplazados internos. Somos el primer país del mundo en víctimas y desplazados sin una guerra declarada ¿y este sacerdote católico se atreve a llamar a sus huestes a “combatir la tenebrosa izquierda”?
Desde esta columna, hacemos un ingente llamado a las autoridades colombianas a que tomen cartas en el asunto frente a las incendiarias palabras de este macabro sacerdote, vestido de pacífico pastor. Sus señalamientos infundados y sus llamamientos a la violencia podrían generar en Colombia un estado de zozobra y muerte que puede reavivar el conflicto interno que nos tomó una década apagar.
Igualmente, hacemos un llamado a sus superiores de la Conferencia Episcopal Colombiana y del Vaticano a que lo llamen al orden y deshaga su discurso plagado de odio, desprecio y llamamiento a la violencia hacia un grupo muy grande de colombianos y colombianas. Se le olvida a este sacerdote que los partidos progresistas obtuvieron una votación de más de 8 millones de personas en las pasadas elecciones.
¿Qué hará entonces si en las próximas elecciones obtienen la victoria? ¿Ordenará desde sus entelarañados y cada vez más vacíos púlpitos el exterminio de esos quizás 10 o 12 millones de colombianos que quieren una oportunidad distinta para este país, como lo hiciera Hitler en su momento en la Alemania Nazi, bajo la complaciente mirada del papa Pio XII? ¿Callará también el Vaticano esta vez, como lo hizo en la España de Franco, mientras el genocida dictador ferrolano asesinaba a 250.000 españoles republicanos y expulsaba por el exilio obligado a otros 220.000?
Desde aquí, les invitamos a que no caigamos en la trampa de sus tenebrosas y macabras palabras. La Iglesia Católica poco o nada tiene que hacer en el debate político colombiano. La cantidad de inexactitudes, generalizaciones, verdades a medias o planas mentiras, expresadas por este pseudologo demuestra que estos sacerdotes no tienen criterio para opinar sobre temas políticos. Y mucho menos, si trataran de tener un poco de coherencia con el líder y fundador de su iglesia, llamar a asesinar, exterminar o a combatir a quienes piensan distinto. Los ateos sí que sabemos del contenido del nuevo testamento y no es precisamente un llamado a la violencia y al exterminio de otros, lo que se hace en ese texto. Zapatero a tus zapatos.
A los millones de colombianos y colombianas quienes piensan que las propuestas de diversas corrientes políticas pueden llevar un gobierno que favorezca a las mayorías más pobres y no a las minorías ricas; que fortalezca a la justicia para que no esté al servicio de poderosos, sino en procura de la verdad y la reparación a las víctimas; que distribuya la riqueza que producimos todos los trabajadores de una manera más inequitativa, no para que quienes tengan dejen de tener, sino precisamente, para que quienes siempre han sido desposeídos por fin logren vivir con algo de dignidad; y que garantice la libertad de pensamiento y de conciencia y una clara separación del estado y la religión, les invitamos a votar por candidatos y candidatas que no solo de discurso, sino con hechos reales, propongan una Colombia donde quepamos todos. Incluso los sacerdotes obtusos y encubridores de violadores de niños. Eso sí, estos últimos caben, pero en la cárcel, tras un juicio justo y una pena adecuada a sus atroces delitos.
Columna de opinión escrita por:
Andrés Eduardo Cardona Montoya, comunicador social y periodista, asesor de sindicatos. @PostCameras https://twitter.com/PostCameras
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