Es terriblemente común que a los ateos se les acuse de ser hipócritas por usar los días festivos religiosos como los de Semana Santa y Navidad para viajar o descansar en lugar de trabajar, pero, ¿realmente es hacer esto un acto de hipocresía? Veamos varios factores a tener en cuenta:
En primer lugar, en varias de las legislaciones laborales de Latinoamérica estos días no laborales son un derecho adquirido para TODOS los trabajadores del país. Por ejemplo, en Colombia Ley 51 de 1983 establece que dichos festivos deben considerarse como días de descanso y, por lo tanto, ni el empleador puede obligar a un hipotético trabajador ateo a laborar estos días si no le paga el doble que un día laboral común, y el trabajador ateo, tampoco puede decidir por sí mismo ir a trabajar sin la autorización de su patrón. De hecho, esto sería impráctico para varios negocios que requieren que otros negocios, empresas y clientes estén disponibles (no descansando) para llevar a cabo sus labores normales.
En Colombia, hace varios años un ateo demandó dicha ley considerándola una violación al estatus de estado laico de Colombia, pero El Consejo de Estado le respondió que se trataba de un derecho laboral más que uno religioso. ( Véase Sentencia No. C-568/93 : https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/1993/C-568-93.htm)
En segundo lugar, los ateos como la mayoría de los católicos e incluso evangélicos, judíos musulmanes, indígenas o miembros de cualquier otra religión, vinculados al mercado laboral, no usan el día festivo religioso para hacer parte de los rituales de la iglesia católica, sino con fines más mundanos como: viajar, beber alcohol, comer en exceso, fumar, drogarse y tener sexo.
¿Por qué habría de considerar al ateo hipócrita si no es él quien cree en el supuesto delito contra un hipotético dios castigador, llamado pecado?
¡Hipócritas los religiosos!, que en sus días sagrados se comportan como no creyentes y fornican, se emborrachan, cometen adulterio, practican la gula, la avaricia, la pereza y la lujuria, sin remordimiento alguno y sin considerar la importancia de recogerse y participar de sus ritos más significativos.
En tercer lugar y el más importante de todos, los ateos no nos regimos por un código especial de conducta dictaminado, ni por otros ateos, ni mucho menos por los religiosos, pues ser ateo simplemente es no creer en la afirmación que hace cualquier creyente de que su dios particular existe (ya sea la versión católica, evangélica, presbiteriana, musulmana, hinduista o de cualquier tribu humana).
Así pues, si los ateos no tenemos un código que debemos seguir, podemos disfrutar del descanso que nos permite la ley si se nos da la gana. El ateo bien podría estar practicando el pecado capital de la pereza echado en una cama King con vista al mar, con dos preciosas chicas que le estimulan el pecado de la lujuria, bebiendo varios cócteles, practicando así la borrachera, comiéndose una picada para cuatro él solo, mostrando que le importa poco el supuesto pecado de la gula y cobrándole a los clientes de su hotel exorbitantes cantidades de dinero por una botella de agua, olvidándose de eso de ayudar al sediento. Mientras algún católico pela rodilla atormentado, esperando que su supuesto redentor lo perdone por engañar a su mujer con su secretaria en el carnaval de Barranquilla.
O tal vez, como en realidad lo hacen casi todos sin importar si se cree o no en una deidad, el ateo pasará ese día con su familia o amigos, en un asado, viendo series por Internet o en un paseo de río, disfrutando de los simples placeres de la única vida de la que tenemos certeza que existe.
Si lo analizamos más profundamente, en realidad la acusación del creyente hacia la supuesta hipocresía del ateo, parece más una proyección psicológica de lo que él creyente considera que él mismo debería estar haciendo en sus propios días sagrados y la envidia que en secreto despierta el hecho de que que él ateo disfrute con plena libertad de estos días para hacer lo que él cómo creyente hace, pero no debería.
Pero le tenemos una solución a la envidia del amigo creyente. Para que todos gocemos de la misma cantidad de días de descanso, que tal si usted habla con su congresista religioso más cercano y le plantea un proyecto de ley donde los ateos, evangélicos, judíos, musulmanes, y religiosos tribales escojan los días de descanso según sus propias creencias o no creencias y se los notifiquen a su empleador, de tal forma que este programe cuando los católicos y los no católicos trabajarán y organice las jornadas laborales acorde, tal como ya lo hacen ya en países Europeos donde la diversidad religiosa es mucho mayor que la nuestra.
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