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Conspiranoias: por qué cuidarse de las teorías de conspiración

Actualizado: 16 jun 2020

Por Francisco Chaux Guzmán.

Poeta y escritor. Economista dedicado al análisis

de datos sobre pobreza y desigualdad.

Humanista secular y librepensador.

 

Cuando se piensa en un conspiranoico, la primera imagen que surge en la cabeza de la mayoría de la gente es la de tipos con sombreros de aluminio encerrados en el sótano de sus madres. Este esterotipo oculta que cualquier persona, incluso la más inteligente y educada, puede creer una teoría de conspiración. Incluso uno que se proclame inmune a estas creencias por declararse ateo.

Con el riesgo de perder la credibilidad, expondré una experiencia que sirve de ejemplo de que como un ateo puede terminar creyendo una conspiración. Aunque hoy sé que el documental Zeitgeist se basa en un montón de creencias sobre conspiraciones de las cuales no existe evidencia, como adolescente y ateo recién declarado, creí varias de las ideas que se exponen en el documental. La razón es, en cierta forma, sencilla: la primera parte se dedica a exponer como Jesús de Nazareth era un plagio de varios dioses paganos. Si bien una parte de las ideas presentadas al principio del documental son ciertas, una gran parte de las afirmaciones carecen de evidencia contundente. Aun así, hambriento de información que atacara al cristianismo, creí cada palabra y, no solo eso, sino que me preparé para una de las teorías de conspiración más difundida (siguiente parte del documental): los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron causados por el propio gobierno de Estados Unidos para generar motivos de invasión a países de medio oriente. Ya era ateo y había caído en la trampa. Fui crédulo.

No ahondaré más en el tema, ya que no es el objetivo y me gustaría conservar un poco de mi credibilidad. Hoy en día tengo un pensamiento crítico más entrenado y estoy más capacitado para evitar ser engañado, sin insinuar que sea imposible volver a caer en la trampa. Mi intención con este artículo no es dar una fórmula mágica para evitar caer en engaños, pero si dar luces a posibles métodos que puedan funcionar y, sobre todo, insistir en la importancia de argumentar en contra de las teorías de conspiración. A fin de cuentas, ya han justificado masacres y se están convirtiendo en un problema de salud pública, no solamente en la coyuntura actual.

En primer lugar, ¿a que llamamos una teoría de conspiración? El término teoría puede resultar confuso, ya que parece equipararlo con una teoría científica y no puede estar más alejado de ese concepto. Sería más correcto hablar de mitos de conspiración[1], que es más adecuado a su carácter de creencia. Otro término que me parece bastante acertado es conspiranoia, combinación de las palabras conspiración y paranoia[2]. A fin de cuentas, las teorías de conspiración implican la interpretación de los acontecimientos como fruto de una conspiración, incluso si estos acontecimientos ocurrieron por pura casualidad.

Una forma fácil de definir una conspiranoia es distinguirlo de una conspiración real, de la cual abundan ejemplos históricos. Un ejemplo es el escándalo Watergate en Estados Unidos, conspiración mediante la cual la administración Nixon intentó cubrir un robo de documentos del complejo de oficinas de Watergate en Washington D.C., el cual terminó en la renuncia de Richard Nixon. ¿Por qué no es una conspiranoia? Porque existe suficiente evidencia para asegurar que la conspiración sucedió.

Según expone el periodista Robin Ramsay, se puede distinguir una conspiranoia de una conspiración real si se analiza lo que la teoría intenta explicar, el número de asuntos que intenta englobar, los supuestos conspiradores y el supuesto propósito. Así, entre más hechos intente explicar, es menos probable que sea verdadera[3]. Volvamos al ejemplo de la conspiración sobre los atentados del 11 de septiembre. El gobierno de Estados Unidos planeó el atentado y lo atribuyó a terroristas islámicos, de forma que tuviera excusa para invadir países de medio oriente y quedarse con su petróleo, además de encontrar la forma de expulsar a los banqueros judíos del país. Como notarán, la teoría tiene una gran cantidad de detalles, de los cuales expuse una parte apenas. Y ya da razones para sospechar. Es importante aclarar que, para que se esparzan, las teorías tienen que partir de una mínima parte de verdad. Muchas de las políticas de Estados Unidos con respecto a medio oriente ayudan a cimentar la cantidad de mentiras que se dicen posteriormente[4].

Ahora surgen pregutnas de por qué es importante cuidarse de las conspiranoias, ¿no es acaso un asunto de locos particulares? Desafortunadamente no es así, las conspiranoias pueden generalizarse a grandes segmentos de la población o toda la población. Este aspecto las hacer particularmente peligrosas. El ejemplo más claro es el de la Alemania nazi, en la cual se justificó el genocidio del pueblo judío a partir de la supuesta existencia de un complot mundial para controlar la Tierra por parte de un grupo de poderosos banqueros y políticos judíos[5]. Otro más contemporáneo es el movimiento antivacunas, el cual ya fue catalogado por la Organización Mundial de la Salud como una de las principales amenazas a la salud mundial[6]. Y, por supuesto, la negación del cambio climático, el cual ha llevado a decisiones terribles por parte del presidente de Estados Unidos Donald Trump.

Sobra mencionar la relevancia que tiene este tema en la pandemia por coronavirus, durante la cual han surgido múltiples teorías de conspiración: que el virus fue creado en un laboratorio para controlar a la población mundial (no importa si fue China o Estados Unidos), para lo cual utilizarían un chip en las vacunas o la tecnología 5G[7] (buenos argumentos para debatir contra estas teorías aparecen en la imagen inferior). Incluso muchos afirman que el virus no existe y es una creación de los poderosos para adormecer a la población, muy al estilo de 1984 de George Orwell con la guerra.

Por supuesto, las dificultades para evitar los engaños pueden ir más allá del nivel de pensamiento crítico. Michael Shermer explica que la creencia en teorías de conspiración se apoya en sesgos de confirmación (que busca y encuentra pruebas que confirmen lo que ya creemos) y el sesgo retrospectivo (modifica la recordación en favor o en contra del resultado final)[8]. La tarea del pensamiento crítico es buscar señales que puedan indicar la falsedad de las teorías de conspiración y, por supuesto, aceptar la existencia de la conspiración cuando existe suficiente evidencia que la sustenta.

Las teorías de conspiración son peligrosas y es nuestra responsabilidad como ciudadanos dudar cuando nos hablan de una conspiración. De esta forma, evitaremos caer en pensamientos que sean peligrosos para la salud pública y, peor aún, ayuden a justificar masacres.

 

[1] Gallo, Alejandro M. (2019). Teorías de la conspiración: de la paranoia al genocidio. Estudios Humanísticos. Filología, (41), 217-243. [2] https://www.fundeu.es/recomendacion/conspiranoia-conspiranoico/ [3] Galarza Santiago, Daniel. El problema con las teorías de la conspiración. Obtenido de http://elescepticodejalisco.blogspot.com/2011/01/el-problema-de-las-teorias-de-la.html [4] Para ilustrar como podemos ser engañados de forma ingeniosa y creíble, recomiendo ver completo el siguiente video creado por el youtuber español Jaime Altozano: https://youtu.be/Jl5ki1JhPWk. En este se exponen mentiras mezcladas con verdades que ayudan a engañar a quien ve el video, además de una teoría de conspiración ficticia. [5] Gallo, A.M. Op. Cit. [6] https://www.who.int/news-room/feature-stories/ten-threats-to-global-health-in-2019 [7] Este tema aparece bien expuesto por otro colaborador de esta página, https://www.asociaciondeateosdebogota.com/post/el-d%C3%ADa-del-juicio-anti-5g [8] Shermer, Michael. Conspiracy Contradictions. Citado por Galarza Santiago, Daniel. Op. Cit.

 
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